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Fray Antonio de Aguilar

Orador formidable. Era doctor en Teología y fue asesor del Papa.

Nació en Zapotlán, en el entonces reino de la Nueva España, el 30 de mayo de 1711, hijo de don Sebastián de Aguilar y de doña Antonia del Rivero y Sáyago. A los 17 años ingresó al Convento Grande de San Francisco de Guadalajara; poco tiempo después profesó y cambió los nombres de pila que fueron los de Diego Fernando por el de Antonio, con el que fue conocido en lo sucesivo. Sus estudios mayores los hizo con gran lucimiento, alcanzó muy pronto la reputación de sabio; enseñó en el convento Filosofía y Teología. Dicen sus panegiristas, que sólo no fue grande, sino eminente en todas las virtudes, las cuales practicó con heroicidad consumada, fue un fiel y perfecto imitador de su padre San Francisco de Asís. Había recibido de Dios el don de la ubicuidad, como lo prueban muchos hechos al respecto. Llegó a ocupar cargos muy elevados, como el de lector jubilado, y con el carácter de pro-ministro asistió al Capítulo General celebrado en Roma en 1750, el cual presidió su Santidad el Papa Benedicto XIV, de quien impetró y consiguió jubileos e indulgencias para las parroquias de su provincia. Una vez terminado el Capítulo, regresó a su patria, donde logró el permiso para partir a evangelizar indios en la región de los apaches en las misiones de Coahuila, donde se entregó con gran celo y caridad como un verdadero apóstol, a catequizar y bautizar a aquellos pobres indios; y por los prodigios que realizó se le tenía como un santo, ya que los sanaba de enfermedades incurables y como poseía el don de profecía y claro conocimiento de las conciencias, logró grandes frutos en la evangelización que practicó durante nueve años; tuvo que separarse de sus feligreses por obedecer a sus superiores, que le ordenaron regresara al Convento Grande de Guadalajara, del que se había ido a pie y al que también así regresó. Fue enviado como Procurador de la Provincia de Jalisco a la Corte de Madrid, en solicitud de la conservación y estabilidad de la misma; Carlos III le concedió algunas de las cosas por él solicitadas. Permaneció en el Convento de San Francisco de Madrid durante 17 años, pues llegó en 1764. Cargado de méritos y triunfos entregó su alma al Creador el 12 de julio de 1781, y fue sepultado en la Iglesia del Convento. Tanto en Madrid, como en la Nueva España, dejó bien asentada su fama de santidad.

Juan José Arreola, nos lega el siguiente testimonio, en sus charlas sostenidas con Vicente Preciado Zacarías, sobre nuestro biografiado: “El padre Antonio Aguilar nació en Zapotlán. Se educó en el Convento de Sayula y fue a dar hasta Roma. Allí recibió un homenaje y otro en Madrid. Es el primer gran hombre de Zapotlán. En el opúsculo que le escribieron después de su muerte el padre Valcarzel dice que Zapotlán es un nido de Águilas; esto es pomposo… El padre Aguilar fue un orador formidable. Era doctor en Teología y fue asesor del Papa”.


(AGRAZ García de Alba, Gabriel: El verdadero origen del Mariscal de Campo don José María González de Hermosillo y otros Hijos Ilustres de Zapotlán el Grande, Jalisco, edición de autor, México, D. F., 2008, pp. 189-190)


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